Al despertar cada mañana intento ser consciente de que tengo todo un día por delante para ser feliz, en mi mano está el aprovecharlo o (como dice la canción de Serrat) que pase de largo. Para ello, como jarrdinera de mi propia vida, me propongo sembrar las semillas que me dan paz. Cada mañana tomo la decisión de sonreír y desearle un feliz día a cada persona con la que me cruzo, sea un familiar, un vecino, un compañero, un amigo o un desconocido; intento ser amable con todas las personas que rozan mi vida, porque sé que así siembro paz y a corto o largo plazo será lo que recoja en el jardín de mi vida. Podéis pensar que con los tiempos que corren lo habitual es ver malas caras… ¡estamos en crisis! Pero ¿de que sirve estar continuamente quejándonos? ¿Porqué no comenzamos a darnos cuenta de todo lo bueno que nos rodea? Suele ser mucho más de los que necesitamos, aunque generalmente no sabemos apreciarlo.

Cuando nos sentimos mal tenemos tendencia a compartir ese malestar con los que están a nuestro lado, es decir con nuestra pareja, hijos, padres, hermanos, amigos, generalmente con la gente que más nos quiere y a la que más queremos y estas personas, pilares fundamentales en cada una de nuestras vidas, se merecen la mejor de nuestras sonrisas, el mejor de nuestros deseos porque al fin y al cabo si ellos están bien… nosotros estaremos bien.

Muchas veces nos enfada el comportamiento o la actitud de los demás, no actúan como a nosotros nos gustaría, no se cumplen nuestras expectativas,  aquello que esperamos de ellos y eso ocasiona malestar cuando sería mucho más fácil (y más sano) no tomarlo personalmente, pero estamos acostumbrados a pensar que los demás tienen la culpa de lo que nos pasa, de como nos sentimos. Los enfados, habitualmente, se basan en malas interpretaciones, en malos entendidos que se solucionarían si fuéramos capaces de sentarnos y hablar, comunicarnos, desde el corazón, sin levantar la voz, sin enfadarnos, intentando solucionar para estar mejor, porque, admitámoslo ¿a quien le gusta estar enfadado? Mantener esa actitud durante todo el día provoca un gasto energético enorme y genera enfermedad en nuestro cuerpo y en nuestra mente.

Por eso, cada mañana tomo la decisión consciente de ser feliz, sembrando a mi paso sonrisas que harán que tenga la mejor cosecha en mi vida… mi cosecha de Paz!