“Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina tu alimento “

Hipócrates

Numerosos estudios demuestran que la alimentación es un pilar fundamental en la prevención de enfermedades. Se trata de uno de los factores más estudiados en las enfermedades crónicas y no podemos olvidar el papel determinante de la nutrición en el funcionamiento correcto de nuestro sistema inmunológico. Actualmente nuestra sociedad está sobrealimentada y paradójicamente malnutrida.

El sentido de la sanación en la Tradición Oriental es la Prevención, es decir, que el hombre siga el sentido del Tao para no enfermar. Para ello trata al ser como una totalidad y lo contempla como una luz que llama “Qi”. Esa fuerza que se mueve, que configura nuestra forma, es una manifestación más de la fuerza que mueve el Universo. Según el Dr. Padilla “Todo lo que sea facilitar el movimiento en donde está la energía es ir en el sentido del Tao, así prevenimos”. Pero ¿como podemos buscar el sentido del Tao a través de la Alimentación?. En esa búsqueda nos hacemos conscientes que para poder seguir moviéndonos tenemos que respirar y alimentarnos y ese alimento nos viene dado en tres planos.

  • Alimentación Celeste: la respiración.
  • Alimentación Humana: los sentimientos.
  • Alimentación Terrestre: los alimentos.

La alimentación del plano Celeste, la respiración, no se puede evitar, es automática, nos viene dada. La alimentación del plano Humano, los sentimientos, nos genera muchos problemas porque no sabemos amar. Pero la otra alimentación, la Terrestre, si depende de nuestra voluntad y podemos responsabilizarnos y mejorarla.

La alimentación, hoy en día, es una de las mayores causas de enfermedad, aunque la mayoría de nosotros no seamos conscientes de ello. La salud o la enfermedad del individuo depende de como se alimenta, por ello vamos a intentar encontrar las claves para prevenir las enfermedades a través de la alimentación.

Prevenir nos habla de tratar la enfermedad antes de que aparezca. Los alimentos son un puente entre nosotros y la naturaleza, por ello es importante adaptar nuestra alimentación a nuestra constitución, trabajo o ritmo de vida y también a las estaciones, nutriéndonos con alimentos de temporada, aprovechando la energía del momento. Hay una serie de premisas que deberíamos tener en cuenta:

Equilibrio: No sobrepasar las capacidades digestivas ya que todo exceso alimentario perjudica la salud. “Se debe comer mejor pronto que tarde, lentamente antes que rápido, poco antes que mucho, el alimento debe estar tibio antes que caliente, mejor blando que duro y salado antes que demasiado salado”. (Yang Sheng Lu).

Regularidad: Nuestro organismo necesita tener cierta regularidad en cuanto a los horarios. “Tomar la comida a una hora fija preserva el cuerpo de todo sufrimiento” (Lu Shi Chun Qiu).

Masticación: Comer lenta y relajadamente, masticando bien el alimento para facilitar el proceso digestivo. Esto permite ahorrar energía al Bazo, el encargado de “cocer” los alimentos. “Debemos masticar el agua y beber la comida” (dicho popular chino).

Apetito: Comer cuando tenemos apetito, tras digerir la comida anterior. Tener hambre significa que el sistema digestivo está preparado para recibir nuevos alimentos. Comer sin apetito puede generar el estancamiento de  los alimentos en el estómago y ser origen de numerosas enfermedades.

Estado anímico: Es fundamental mantener un estado de ánimo equilibrado mientras comemos, facilitando así la libre circulación del Qi. “No se debe comer inmediatamente después de un acceso colérico, ni sentir cólera antes de comer” (Da Sheng Yao Lu).

De unos años hacia acá, hemos comenzado a “cuidar” la alimentación porque a nivel estético la obesidad no está permitida. Se ponen de moda dietas que ayudan a perder peso, pero no somos conscientes de la importancia del alimento para nuestro organismo, de la energía que genera y que nuestro cuerpo necesita para funcionar adecuadamente y tampoco entendemos como influye nuestra forma de comer en nuestra salud, por lo que cuando dejamos la dieta y volvemos a nuestros hábitos alimenticios, volvemos a acumular grasa y a generar enfermedad.

El sedentarismo se ha colado de tal manera en nuestra vida y andamos siempre tan agotados que preferimos hacer lo mínimo posible. Solemos estar estresados y habitualmente dedicamos poco tiempo a cocinar, por lo que nos “alimentamos” con comida procesada que recalentamos en el microondas. Está claro, la pereza es perjudicial para nuestra salud.

En la actualidad y sobre todo en occidente comer se ha vuelto un placer para los sentidos. Nuestra necesidad de sobrevivir está cubierta y no buscamos estar más saludables a través del alimento, lo que queremos es sentirnos bien, degustar cosas que generen placer a nuestro paladar. Proliferan restaurantes con platos cada vez más sofisticados pero no necesariamente alimenticios y esta cultura del “gourmet” se extiende en nuestros días buscando más un beneficio económico o social, que una autentica forma de alimentar nuestro ser.

En los supermercados los productos contienen conservantes y colorantes que son nocivos para la salud y aún así se incorporan con normalidad incluso en los alimentos infantiles. El alto contenido de azúcar en los productos procesados y las grasas saturadas o hidrogenadas, como el aceite de palma, son un gran reclamo para nuestro paladar, convirtiendo esos sabrosos alimentos en adictivos pero al tiempo nocivos. Todo lo que se somete al proceso del refinado aporta calorías “vacías” y pocos nutrientes, lo que favorece la obesidad y la malnutrición. Cuando hay déficit nutricional, el cuerpo lo interpreta como una necesidad de comida. Si se eligen alimentos de mala calidad nunca se llega a saciar este “apetito nutricional” y las calorías en la dieta siguen aumentando sin que las necesitemos. Sin embargo, comiendo calidad, el organismo se sacia con menos cantidad de alimento.

Ha llegado el momento de dar la importancia que se merece a lo que comemos, sabiendo que en juego está prevenir la enfermedad.