¿Alguna vez os habéis dado cuenta? Nuestro cuerpo nos acompaña toda la vida, desde que nacemos hasta que abandonamos este mundo. Permanece a nuestro lado, tan cerca que nos identificamos estrechamente con él, llegando a pensar que solo somos eso: un cuerpo. Pero nosotros somos mucho más que nuestro cuerpo físico; estamos formados por pensamientos que generan emociones y todo ello forma parte de nuestro ser.

Es aconsejable tomar consciencia de la importancia de cuidar nuestro cuerpo, de alimentarlo de forma sana y de hidratarlo con frecuencia. Darnos cuenta de lo importante que es moverlo, ya que la vida sedentaria que llevamos nos “obliga” a permanecer muchas horas sentados. Por ello caminar media hora diaria a buen paso (pero disfrutando), nos ayudará a regular esos niveles que nos preocupan tanto, como la tensión arterial, el colesterol o el azúcar, para los que normalmente necesitamos tomar medicación.

Estos son los tres pilares fundamentales en los que podemos basar nuestro bienestar presente y futuro. Cuando no tenemos en cuenta estos cuidados, nuestro cuerpo se deteriora y enferma. Llegar a mayores no tiene por qué estar ligado con la enfermedad. Hace tiempo leí un libro que os recomiendo: “Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo” del Dr. Deepak Chopra. En él, el autor nos cuenta que llegar a una edad avanzada saludablemente está en nuestras manos y que la forma en la que nos cuidamos en el presente, influirá en la forma en la que nos encontraremos en el futuro.

Pero seamos realistas, como antes decíamos, no solo somos un cuerpo, tenemos que tener presente que nuestra mente no para de pensar durante todo el día, e incluso durante la noche, mientras dormimos. Por tanto es igual de importante cuidar nuestro cuerpo como cuidar nuestros pensamientos, porque si pasamos todo el día lamentándonos de nuestras circunstancias, enfadados o tristes por lo que no tenemos, las emociones que se generan en nuestro organismo, drenarán nuestra propia energía y terminarán generando enfermedad. Es cierto, a cada uno nos aprieta nuestro propio zapato, pero tenemos que darnos cuenta, que siempre tenemos mucho más por lo que agradecer que por lo que quejarnos. Por desgracia, solemos centrarnos en lo que nos falta y eso nos hace infelices.

Cuidar nuestro cuerpo implica por tanto cuidar nuestros pensamientos y emociones, pero ¿como sabemos las emociones que nos favorecen o perjudican? ¡Muy fácil! ¡Sintiendo! Cuando nuestros pensamientos están impregnados de odio, envidia, culpa o miedo, nos sentimos mal, es decir, nuestro cuerpo experimenta una bajada energética y nos sentimos cansados, ansiosos, desconfiados, molestos, hostiles… en cambio, cuando estamos alegres, disfrutando de los que acontece, el cuerpo siente alivio, gratitud, satisfacción.

Para poder experimentar estas sensaciones, lo mejor es centrarnos en hacer cosas que nos gusten, pero claro, no siempre se puede. Así que la otra forma es hacer todo lo que hacemos con una actitud de aceptación. Siempre podemos amargarnos por tener que madrugar el lunes para ir a trabajar, pero también podemos dar gracias por estar vivos y por tener trabajo. Podemos enfadarnos porque nuestro vecino se ha comprado un coche mejor que el nuestro, o podemos dar gracias porque tenemos coche y podemos desplazarnos. Podemos estar tristes porque un familiar nos ha dejado y le echamos de menos, o podemos centrarnos en dar gracias por haber disfrutado de su compañía, de su amistad, de su amor, el tiempo que ha estado con nosotros.

Siempre tenemos dos opciones en la vida y no es tanto lo que pasa en ella, si no la actitud con la que enfrentamos los acontecimientos: en nuestra mano está el elegir. Eso no significa que tengamos que estar los 365 días del año sonriendo, pero si podemos proponernos apartar la crítica, el juzgar y el quejarnos y centrarnos en agradecer y disfrutar. No lo dudes, ahí empieza la senda de nuestro propio cuidado.