Siempre nos han dicho que el refranero español es muy sabio. Basado en la experiencia vital pone en palabras situaciones de la vida cotidiana que suelen tener mucho de verdad, pero hay un dicho que se utiliza muy a menudo con el que no estoy de acuerdo: “Piensa mal y acertarás”. Hace tiempo que le vengo dando la vuelta a ese dicho, haciendo un pequeño cambio en las palabras que le dan un significado totalmente diferente: “Piensa bien y acertarás!”. ¿Porqué no? ¿Porqué siempre pensar mal y esperar lo peor cuando eso lo único que genera es estrés y nos hace sufrir?. Cada vez que pensamos negativamente, nuestro cuerpo genera una serie de sustancias químicas que producen enfermedad. Nuestro corazón se acelera y la cabeza se nos llena de ideas absurdas que únicamente generan miedo, tristeza o desequilibrio emocional. Por ello hace tiempo que pienso bien y generalmente acierto. Cuando mi cabeza se niega a abandonar patrones negativos que me generan estrés y me roban la energía, comienzo a respirar profundamente y eso me da la paz que necesito para salir de ese estado.

Hace unos días comencé a leer un libro que os recomiendo: “Curación Emocional, acabar con el estrés, la ansiedad y la depresión sin fármacos ni psicoanálisis” de David Servan-Schreider. A lo largo de sus páginas podemos encontrar diferentes estudios de como las emociones que sentimos influyen física y mentalmente en nosotros. Nos enseña una técnica muy interesante y fácil de realizar que me gustaría compartir hoy con vosotros. Basada en algo tan fácil (y tan difícil…) como es nuestra propia respiración, el autor nos invita a sentarnos relajadamente y comenzar a respirar profundamente. Una vez nos hemos conectado con nuestra respiración, comenzamos a respirar centrando la atención en el centro de nuestro pecho, en nuestro corazón. Inspiramos y sentimos que nuestro corazón se beneficia de ese hálito de vida, oxigenándose, bañándose en aire puro y tranquilizante. A continuación nos concentramos en la sensación de calor o de expansión que se desarrolla en el pecho y dejamos que se expanda recreando un sentimiento de gratitud que lo envuelve. El corazón se muestra especialmente sensible a la gratitud, a todo sentimiento de amor hacia otro ser, un animal o incluso un objeto o situación. Por tanto, con el poder de nuestra imaginación comenzamos a evocar aquello que nos hace sentir bien: el rostro de una persona amada, una escena de paz en la naturaleza, un momento vivido con alegría… y a veces una sonrisa acude a nuestros labios, como si naciese de nuestro corazón y desembocara en nuestra boca. Así constatamos que se ha establecido la coherencia entre nuestro corazón y nuestra mente, haciendo que el latido del primero se haga rítmico y tranquilo y generando armonía entre estas dos partes de nuestro cuerpo.

Este sencillo ejercicio se puede realizar en cualquier lugar, a cualquier hora, pero es importante que nos acostumbremos a hacerlo todos los días durante unos minutos. Si lo practicamos antes de dormir, podremos percibir como nuestro sueño se hace más reparador y placentero, haciendo que en muchos casos los problemas de insomnio desaparezcan por completo.

Estudios efectuados a un gran número de personas, en los que se han utilizado aparatos de tomografía axial computarizada (TAC) para medir de forma detallada los movimientos de nuestro cerebro, corroboran que establecer coherencia entre el corazón y el cerebro emocional tiene múltiples beneficios, entre ellos: nos ayuda a controlar nuestra propia fisiología, estabiliza el sistema nervioso autónomo, cesan las palpitaciones y los ataques de pánico dominando la ansiedad cuando aparece. Nos ayuda a disminuir el nivel de estrés y de depresión; la tensión arterial desciende, se refuerza el sistema inmunitario y mejora nuestro equilibrio hormonal. Estos son algunos de sus beneficios que nos confirman que esta técnica tiene una influencia positiva en los planos físico, emocional y mental.

Podemos ver que practicar esta técnica habitualmente reporta muchos beneficios y mejora de tal manera nuestro estado de ánimo que nuestra vida cambia por completo. Desembarazarnos del estrés y poder dormir a pierna suelta nos ayudan a mantener nuestra energía equilibrada por lo que los estados de cansancio desaparecen, fomentando nuestra longevidad, es decir, llegar a mayores en las mejores condiciones físicas y mentales.

Hay una frase del Majatma Ghandi que ilustra a la perfección lo que esta técnica puede hacer en nuestra vida: “La felicidad se alcanza cuando lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace están en armonía”. Si somos capaces de alinear lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos, nos sentiremos en equilibrio y nos haremos más conscientes de nuestra propia vida, disfrutándola y haciéndonos responsables de lo que pasa por nuestra cabeza y afecta a nuestro corazón.

Os invito a practicar, a respirar y a disfrutar de este sencillo ejercicio, porque si conseguimos estar bien nosotros mismos, contribuiremos, sin darnos cuenta al bienestar de los que nos rodean. Todos sabemos que es más agradable pasar nuestro tiempo con una persona que se encuentra a gusto consigo misma que con otra que se queja de su situación vital de forma constante. Así que dejemos que los demás puedan disfrutar con nuestra compañía y seamos un ejemplo a seguir, en lugar de contaminar el inconsciente colectivo con quejas y preocupaciones. Lleguemos a mayores hechos unos niños que se ilusionan con cada momento del día, como si fuera la primera vez que lo viven y hagamos que nuestro corazón y nuestra mente funcionen en coherencia para sentirnos en paz, con nosotros mismos y con todo lo que nos rodea.